En defensa de Mónica de Oriol

No fue hasta el viernes por la noche que oí en la radio las declaraciones de Mónica de Oriol respecto a la contratación de mujeres. Cómo era de esperar, sindicatos, partidos de izquierda y grupos y asociaciones de defensa de la mujer se le han echado al cuello mientras que el PP se ha limitado a decir que aumentara la regulación para favorecer la conciliación de la vida laboral y familiar de las mujeres.
Craso error.
Para empezar Mónica Oriol tiene razón en muchas de las cosas que dijo y, para terminar, cuanta más regulación se cree respecto a la conciliación de la vida laboral y familiar de las mujeres, peor se las pondrá en el mercado de trabajo y menos opciones laborales se les darán.
Mónica ha dicho: “es mejor que una alta directiva «se case con un funcionario o con un marido al que le gusten mucho los niños», sí y es más yo añadiría: “y no quiera trabajar.”. Porque lamentablemente tiene razón, mucha razón: las leyes familiares favorecen y protegen la conciliación laboral y familiar de las mujeres, pero no de los varones, es más si alguno de los varones decidiera intentarlo, fuera de la administración, incluso en empresas que, supuestamente fomentan la igualdad, podría poner en riesgo su puesto de trabajo.
Sí, así como lo cuento. Por ello pienso que tiene mucha razón. La mejor regulación si realmente se desea la igualdad y no un “feminismo de salón” tendente a la imposible situación de dar la vuelta y poner a la mujer en una posición dominante, lo que hay que hacer es igualar, incluso obligatoriamente, a la mujer y al varón. Y desde luego descargar a la empresa de las cargas económicas que estas representan.
Dos casos cercanos os puedo contar, el primero cuando estuve en una cooperativa de trabajo, en realidad éramos solo cinco socios, y prestábamos servicios informáticos a una gran empresa (y algunas más pequeñas, para evitar problemas legales por “contratación encubierta”) y lo cierto es que eran nuestros servicios a dicha empresa los que financiaban nuestra actividad al ser más del 90% de la facturación.
En esos momentos una de las socias, la presidenta, a más señas, se quedó embarazada. Debido a las funciones de gestión de la empresa y demás temas sociales su jornada en “el cliente” (la gran empresa) solo era de treinta horas semanales y no de cuarenta. Aun así, cuando hicimos números vimos que solo con los costes de la seguridad social, al ser una cooperativa estábamos en régimen de autónomos, el resto de socios deberíamos cobrar un 10% esos meses si no queríamos que la cooperativa dejara de ser viable. Al final conseguimos negociar con “el cliente” un aumento de facturación de la persona que iba a cubrir esa baja para poder asumir los costes sociales sin que ello significase una merma para los demás socios ni una quiebra de la cooperativa.
La otra situación la viví hace unos años, cuando ya hacía tiempo que había dejado la aventura empresarial y trabajaba en una gran empresa, una cooperativa valenciana que se jacta de sus programas de igualdad y conciliación, así como del hecho de que más de tres cuartas partes de su plantilla son mujeres. Coincide que en dicha empresa (y en el mismo departamento, pero en distintas áreas) también trabaja mi mujer y que en un momento de reorganización del departamento, mientras mi mujer era ascendida (en cierto modo, siguió en el mismo puesto pero la catalogación del mismo y su remuneración subió) mientras yo vi como un ascenso que se me había prometido hacía tiempo me era negado. Debido a ello decidí que mi puesto me importaba menos y dado que surgió un problema familiar me volqué en mi hijo y sus problemas médicos y psicológicos. El resultado fue que a los cuatro meses de alterar de forma bastante continua mi jornada laboral (pese a que seguía cumpliendo con las cuarenta horas semanales y que, en teoría, en la empresa existe horario flexible) lo cual acabó provocando quejas por parte de mi jefa. Quejas que acabaron en nada cuando le dije que si lo prefería pedía, como gozaba ella, una reducción de jornada permanente para cuidar de él. Pues sí, precisamente mi jefa, la persona que me “recomendó” que partiese mis ausencias con mi mujer estaba gozando de una jornada reducida de seis horas día para cuidar de sus hijos. Y naturalmente en una posterior reorganización fue nuevamente relegado, de hecho degradado.
También me costa que esas mismas personas que me relegaron en la segunda ocasión o que tuvieron parte en ello, son las misma que en su momento criticaron a uno de mis compañeros varones por tomarse él una parte del permiso maternal que al parecer puede balancearse en los casos de adopción, y que él naturalmente se tomó porque su mujer, en aquel momento, trabajaba por cuenta propia, o como se les llama normalmente de autónoma.
Por eso, desde aquí, aprovecho para hacer un nuevo off-topic, pues sé que esto no tiene nada que ver con el bricolaje, para apoyar a la única persona que se ha atrevido a decir cuatro verdades a la cara a todos esos que legislan y regulan, o piden regulación para “favorecer” a las mujeres.

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