¿A por unas terceras elecciones?

¿A por unas terceras elecciones?

He estado un tiempo sin publicar of-topics, la verdad es que tanta política, o tanta mezquindad, últimamente me supera, pero viendo la situación, ahora a dos semanas vista de las segundas elecciones, de la primera repetición constitucional de las elecciones he pensado que ya era hora de dedicar el fin de semana a un off-topic.
España tiene muchos y graves problemas y estar con un gobierno en funciones no es el mayor de ellos.
Una clase funcionarial heredada del siglo XIX es, en mi opinión uno de los peores problemas, no por dicha clase en sí, sino por lo que representa, lo que trató de evitar y, peor aún, la causa de lo que dicha institución trató de evitar, pero que por desgracia sigue hoy muy vigente en nuestros días.

Votar: La alternativa del diablo
Recordemos que la institución del funcionariado vitalicio (o al menos hasta la jubilación) trataba de paliar el que a cada cambio de gobierno entre liberales y conservadores se cambiase completamente la plantilla de trabajadores públicos, pero el problema que provocó dicha práctica sigue vigente: algunos (por desgracia demasiados) empleados públicos, funcionarios o no, trabajan antes para su partido que para el bien del estado. Y en ellos podemos incluir a funcionarios administrativos, pero también a militares, jueces, policías, periodistas de las televisiones públicas, …
No es por ello descartable que tengamos que votar una tercera vez. No solo porque nuestra constitución tiene el incoherente planteamiento de que si trescientos cincuenta diputados (en la práctica con el anticonstitucional reglamento del congreso, los diez o doce líderes de los partidos) no son capaces de ponerse de acuerdo para elegir un gobierno , los más de treinta millones que hemos elegido por primera vez a esos 350 nos pondríamos de acuerdo en elegir una opción distinta… cosa que evidentemente no ha sucedido y salvo pequeñas variaciones estas elecciones han dado los mismos resultados que las primeras… y probablemente unas terceras seguirán dando el mismo resultado.
Personalmente no pienso que haya existido alteración del resultado de las elecciones, más bien como en los noventa del pasado siglo, hay muchos españoles votantes del partido del gobierno que se avergüenzan de este y dicen que han votado otras opciones: En 1993 las primeras encuestas (y las realizadas durante la campaña) anunciaban la victoria de Aznar, pero al final revalidó su victoria (aunque ya sin mayoría absoluta) González. Y entonces nadie salió gritando «¡Pucherazo!». Pero no es descartable que esos gritos, con o sin pruebas, lleguen a un juez afín al partido que los ha pronunciado y terminemos votando antes de que se pueda llegar a un acuerdo, o incluso a una primera votación de investidura. Y por supuesto no podemos descartar que tras una primera votación sigamos sin acuerdo y acabemos votando de nuevo en una tercera ronda (segunda repetición) que me llevan a pensar que quizá las palabras de Fernández Vara deberían elevarse a rango de ley o incluso incluirse en la reforma constitucional: «Si no hay acuerdo los 350 diputados no deberían poder presentarse a las nuevas elecciones», aunque quien sabe, con el actual corsé de los partidos políticos igual ni eso nos permite desbloquear la situación.

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