Hoy, esta semana en realidad, voy a realizar unos artículos diferentes. Pues no me voy a dedicar a la casa, ni a las labores de obras en el jardín, como estaba haciendo últimamente, sino que los voy a dedicar, los cuatro, a las fiesta de la que es mi ciudad de nacimiento y sentimiento, aunque hoy día no viva en la propia capital, habiendo cambiado su ajetreo por la sana y descansada vida del campo.
Pero en Fallas siempre cambio esta vida tranquila por el ajetreo de la fiesta, aunque ello implique continuos viajes en coche, no más largos que los necesarios para ir al trabajo, pero si a horas más dispares e intempestivas, pues las fiestas de Fallas conjugan hoy la tradición histórica del arte y la crítica, siempre efímeras pues como representación de cualquier obra humana a los pocos días de ser presentadas y pese a que ha costado un año (y a decir de las malas lenguas, en algunos de los monumento de categoría especial, más) levantarlas el fuego los consumirá en pocos minutos en un místico ejercicio de renovación anual.
Este año quiero dedicar las entradas de esta semana en el blog a las Fallas por varios motivos, el primero, por el que ya he dedicado algunos años una entrada esta semana, es por lo que representa de obra maestra, artística pero también por lo que significa de esas pequeñas fallas, de las cuales no suele haber ni fotos en internet, ya que no pueden competir en arte con los grandes monumentos, que son, en realidad, una autentica obra de bricolaje, ya que las montan las propias comisiones, con el único objetivo de que la falla sea la excusa para la fiesta, más que competir por los grandes premios o las múltiples visitas del público. Pero el otro y más importante, por lo que voy a dedicar toda la semana, es porque este año estamos en campaña para que la UNESCO declare las Fallas de Valencia PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD.
