Por qué no creo en el socialismo III

Por qué no creo en el socialismo

Retomamos, después del paréntesis de dos semanas de actualidad, nuestras reflexiones sobre el socialismo y su irrealizabilidad. Por otra parte, si bien el socialismo (y el comunismo que no es más que el socialismo exacerbado) comparten algunas cuestiones filosóficas con el cristianismo, tienen otras diferencias que hacen que el primero sea incoherente mientras que este (al menos en su formulación teórica) no, otra cuestión es su implementación práctica. En ese sentido podríamos decir que los que mejor y más cercanos están, en mi opinión, a una implementación de la filosofía de caridad y voluntariedad de Cristo posiblemente sean los Cuáqueros, otra cuestión es que esa voluntariedad la apliquen a la caridad y la opción por los más desfavorecidos.

Ni siquiera durante los trescientos años de persecuciones y prohibiciones, salvo ese primer experimento fracasado de la Iglesia primitiva de Jerusalén, se volvió a plantear la comunidad total de bienes, pues ni siquiera aquellos que estaban dispuestos a morir por su fé y por no renegar de sus creencias estaban preparados para el total abandono a la providencia en el día a día esforzándose sin recompensa y viendo que aquel que no había participado lo mismo del esfuerzo podía recibir lo mismo, o incluso más.

Y si eso, repito, fue irrealizable en la iglesia cristiana dónde se partía de la base de la voluntariedad, al menos filosóficamente, mucho menos lo es en una sociedad organizada y donde el estado es quien lo impone desde arriba a través de algo tan poco democrático como la «dictadura del proletariado»

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