Peligrosos ramalazos de Rajoy

La democracia de partidos no es una democracia perfecta. Podía ser lo mejor que se lograba alcanzar en otros momentos, pero no está más cerca, ni más lejos, de una verdadera democracia, tal como se planteo en la Ilustración, de lo que podía estarlo la democracia ateniense o la república romana.

Tampoco es que otros regímenes o «utopías» al uso estén más cerca, más bien están más lejos, y si me preguntan mi opinión, tanto los regímenes comunistas supervivientes como las «utopías progresistas» que algunos partidos y movimientos propugnan las situaría entre Esparta y el efímero imperio de Macedonia de Alejandro Mago, cuando prevalece el estado o la convulsa etapa de los Jueces, que podemos leer en la Biblia, del pueblo de Israel, cuando pretenden eliminar el estado.

Sin embargo no son los ramalazos totalitarios, que en ocasiones se le ven a Rajoy, en Zapatero se han mostrado como gruesas ramas y en Rubalcaba todos, salvo los más acerrimos y ciegos seguidores, podemos ver troncos enteros. Lo preocupante son los ramalazos «gastistas» en un momento en que la situación no da para alegrias.

Que algunos de los más dilapidadores alcaldes, o sus personas de confianza, estén en las listas al parlamento en posiciones «ministerables» (es decir convertibles en ministros) como es el caso del alcalde de Madrid, contradice gravemente los mensajes de austeridad que están trasmitiendo algunas de las nuevas administraciones autonómicas del PP, como la de Baleares, Extremadura o Castilla la Mancha, o los recortes aplicados en otras, como en Madrid, Valencia o La Rioja.

Me gustaría adoptar una postura utópica, respecto al gasto y los recortes, pero si realmente queremos salvar algo de nuestro estado del bienestar, les guste o no a los afectados, pasa porque este sea sostenible. Y solo lo será si los gastos que nos implica son menores que los ingresos. Lamentablemente, como se ha demostrado en nuestra nación, no solo el «estado del bienestar» genera gastos, sino toda una caterva de aprovechados y gorrones que viven del presupuesto nacional sin corresponder a él. Y me refiero desde los políticos, amigos y familiares, ya estén en nomina, o se alimenten de subvenciones masivas para sus empresas, hasta funcionarios delincuecentes que se aprovechan de su seguridad para no rendir adecuadamente en su faena (en algunos casos no rendir en absoluto) y en otros abiertamente para robar. No digo que todos los sean, probablemente solo una minoría, que carga sobre las espaldas de sus compañeros sus desidias, y sobre los bolsillos de todos sus negligencias y sus robos.

Algunos podíamos pensar que el silencio era una muestra de su intención de reformar este corrupto y malvado sistema, en el que se premia la inmoralidad, deshonestidad, y derroche, por muy impopulares que alguna de las medidas necesarias para su erradicación (dudo que sea reformable) pudieran llegar a ser. ¡Pero con semejantes personas en las listas esa esperanza se desvanece!

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