Generación solar, para llorar

Cuando en 2004 iniciamos los planes para la construcción de la nueva casa, un chalet en la montaña, una de las cosas que nos planteamos fue si había alguna manera de abaratar el coste, el mantenimiento posterior o de producir ingresos, algo nada desdeñable dados los números que manejábamos para el proyecto, la creciente tendencia de encarecimiento de la energía y los casi cien metros de terraza plana que cierran la casa.

Y una de las opciones que nos planteamos fue la cogeneración, y más concretamente la solar. Quiso la casualidad que en las oficinas del instalador donde fui a preguntarles cómo funcionaba el asunto y ver si nos merecía la pena meternos en el negocio coincidí con un antiguo compañero de universidad. Mientras yo asistía a clases de la licenciatura, hoy ingeniería, informática él cursaba la ingeniería técnica industrial.

A ambos nos explicaron las condiciones: podíamos gastarnos (él comercial dijo invertir) entre treinta y sesenta mil euros que financiábamos con un crédito a diez años. Ambos coincidimos en preguntar si esa financiación podíamos hacerla con la hipoteca. La respuesta fue NO. Al menos no si queríamos la subvención. Solo con unos bancos concretos y unos créditos específicos para la operación (él insistió en inversión) podíamos obtener las dos subvenciones que nos cubrían los intereses del crédito (una directa del 50% del interés que el estado abonaba directamente al banco y otras que se pagaría anualmente, o quizás bianualmente, de la otra mitad de los intereses pagados que venía de Europa y la tramitaban las comunidades autónomas) pero si no lo financiábamos por esa vía únicamente podíamos acceder a la tercera subvención: la prima por producción.

Esta consistía, básicamente en que se tenía el contador A, para el consumo, como cualquier ciudadano, y además un contador B, con el que insertabas la energía producida en la red. Y mientras el contador A te cobraba el kilovatio-hora a un precio (creo recordar que unos 10 céntimos) el contador B hacía que te pagaran la que suministrabas aun importe mucho mayor (rondando los 40 céntimos) por ello la instalación no incluía baterías, ya que tal como la producías durante el día, que es cuando más consumo hay, la vertías a la red. Se suponía que con los beneficios pagabas el capital con lo que a partir del décimo año la instalación era gratis y todo era rendimiento.

La trampa: según el comercial ninguna. Personalmente yo vi bastantes: para empezar el contrato de cogeneración era de cinco años renovable y el crédito de diez. Y en todo caso quedaba sujeto a las bonificaciones a la energía renovable que iba con los presupuestos del estado. Para continuar la relación entre el coste de los equipos y su rendimiento (estimado, pues depende del sol) escasamente cubría un 110% del capital, en las condiciones que se anunciaban para 2005, y eso con un precio de compra (por la red) cuatro veces superior al de venta. Además no me acababa de creer aquello de que el sistema no requería mantenimiento. Y por supuesto no me gustaba nada un sistema que no me servía para otra cosa, es decir que solo podía producir para vender a la red.

No miré más. Sencillamente lo descarté. Decidí que esos sesenta mil euros (en realidad bastantes más pues al ser el crédito a diez años la cuota mensual se disparaba) estaban mejor en la hipoteca y dedicados a la construcción de la casa.

No hace demasiado volví a coincidir con ese amigo. Al final encontró otras condiciones, no me especifico si mejores o peores, que le permitían disponer del equipo como sistema de emergencia (mediante baterías, claro) aunque las batería tuvo que financiárselas por su cuenta. La idea, según me explicó, era que lo producido se iba guardando en baterías durante un ciclo de 24 horas (podía ser cualquier número en función de baterías y potencia pero lo recomendable son 24 horas si uno no quiere hacer cosas raras como “vender electricidad solas a las tres de la madrugada”) con un sistema automático que, en caso de cesar la energía entrante empieza a consumir de las baterías con lo que, en teoría, uno dispone de todo un días de electricidad, aunque la red caiga. Y digo en teoría, pes ahí también depende de consumo, generación a lo largo del día y otros muchos factores.

El caso es que tras un par de cervezas, bueno cervezas él, yo naranjada, acabó reconociéndome que con las últimas bajadas de las primas había acabado desconectando el sistema de la red y usándolo para consumo, con un nuevo circuito que se había instalado él, de forma que solo consume de la red cuando ha gastado todo lo almacenado… eso sí aún le quedan tres años de pagos, ya que el proyecto lo empezamos en 2004 pero las obras acabaron en 2006, que es cuando pudo instalar el equipo.

Después de dejarle me alegré de la decisión tomada entonces. Y más después de las medias oídas ayer… y de los rumores de las que vendrán.

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