Atornillamos la varilla a la puerta. Optamos por tornillos de cabeza hexagonal por ser los más resistentes y porque recordaba de antiguas neveras… aunque luego acabamos sustituyéndolos en parte, como veréis en su ocasión. Por eso, con independencia de los que vais en algunas fotos os escomiendo los de cabeza plana, lo más plana que podáis conseguir.
La goma ajusta correctamente a la puerta una vez atornillada.
Sin embargo cuando llega el momento de cerrar la puerta esta se queda a unos ocho centímetros de la nevera. El problema es que la parte que cierra no tiene suficiente espacio pues la goma y la varilla ocupan más que antes y, como os comentaba, la tornillería ocupa una parte importante del problema, pues sobresalen mucho en la parte de las bisagras.
También donde no hay bisagras, pero ahí es menos crítico el problema.
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