Por qué no creo en el socialismo I

Por qué no creo en el socialismo

Hay amigos me que consideran de derechas, otros piensan que soy un ácrata… y en realidad ambos tienen algo de razón.
Hay muchas cosas de la ideología política que hoy se llama de derechas (conservadurismo, liberalismo, democracia cristiana,…) con las que no estoy de acuerdo. Y por supuesto i hablamos del populismo de derechas, el fascismo o nacional socialismo hay muchísimas, aunque personalmente tengo mis dudas respecto a su ubicación en la derecha, ya que muchos de sus postulados son más cercanos al socialismo, incluso al populismo de izquierdas o al comunismo, que a los planteamientos de derechas, en especial en lo que a la parte económica se refiere, precisamente aquella que menos realista me parece del socialismo.

Socialismo y economia

Como planteamiento filosófico, el socialismo, tiene algunas cuestiones que vistas en su puro planteamiento como idea pueden parecer una gran idea, pero cuya realización practica conlleva unos problemas adicionales que las hacen irrealizables… o un camino al desastre.
Sus planteamientos de igualdad, de repartir los bienes entre toda la sociedad de cubrir las necesidades de todos… parecen ideales, de hecho si le quitamos el ateísmo radical predicado por Marx contra un cristianismo, el del siglo XIX, que se fija más en las formas que en el fondo de la predica de Jesús, en la parte material el socialismo difiere muy poco del primer cristianismo, tan poco que únicamente elimina de este la voluntariedad.
Sí. La principal diferencia entre el socialismo y el cristianismo en lo que respecta a lo material es la voluntariedad, que el primero elimina: digamos que materialmente el socialismo iguala a todos por obligación.
Y si aun siendo voluntaria la cesión de bienes para dedicarlos a lo inmediato ya significó en el siglo I un absoluto desastre… Fuese por falta de conocimientos o de previsión, la Iglesia de Jerusalén del siglo I, la primera que nació, aquella en la que todos traían sus bienes y los ponían a disposición de los apóstoles para atender las necesidades de la comunidad creyente, incluso de la no creyente, acabó en la más absoluta ruina, una ruina que tuvo que ser ayudada, hoy día diremos «rescatada» por las iglesias nacientes de Asia, donde, al menos aprendieron de la experiencia y no siguieron esas prácticas materiales.
Y otro día seguiremos con ello.

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