Feria de Muestras. Digno del Chef Ramsey

Ya sé que hoy es miércoles y no sábado o domingo… pero no quería dejar pasar el off-topic y tampoco me parecía adecuado para las Navidades, ya que no voy a ser especialmente caritativo… salvo que se considere caritativo poner de relieve los fallos al próximo en la esperanza de su mejora.

El caso es que el pasado domingo estuve en la feria de muestras, colaborando en la 31 exposición canina, por lo que me quede a comer en el «restaurante» de la feria, si así podemos llamar a la cafetería extendida sobre parte del pabellón, ya que al colaborar tenia un vale de comida.

Debí haber comprado algo en uno de los muchos puestos y tirar el vale. Nos habría salido más barato y habríamos comido mejor, por que como ya anuncio, el servicio y la comida fueron dignos de figurar en uno de los programas de Pesadilla en la Cocina del Chef Ramsey.

Para empezar tardaron más de diez minutos en venir a tomar nota (y eso que sólo había que decidir que plato del menú… que por cierto no estaba escrito en ningún lugar, queríamos) y aún tuvimos suerte, pues se de algunos que se sentaron antes y tardaron aún más en tomarles nota.

Vistas las opciones elegimos espagueti… o eso pretendían, con carne, al horno. Si eran, en origen, espagueti o algún primo suyo no lo sé… pero lo cierto es que por longitud no pasaban de fideos. En cuanto al tomate escaso y seco y la carne no sé si se la habían presentado al plato… algo de regusto a carne tenia, eso debo reconocerlo, pero no sé si por la presencia de esta en algún momento o por un añadido en la cocción de cubitos con sabor a carne. Tuve suerte y en mi plato encontré un trozo de 2×2 cmts aproximadamente, del queso rayado (fundido, más bien) que se suponía acompañaba a los espaguetis al horno.

Pero aún no acabaron allí nuestras desdichas. Mientras oíamos a la choca de la mesa de al lado reclamar insistentemente el plato de «complicada preparación» que había pedido (una ensalada) y veíamos como dos mesas más allá servían un postre mientras a otro de los comensales de la misma mesa no le habían servido sus espaguetis, llegaba la camarera para decirme si prefería cambiar el pollo por lomo de cerdo, ya que el pollo iba a tardar por un problema en la cocina. Lo cambié.

Acabamos los espaguetis. Aunque en los primeros cinco minutos impedí que mi hijo reclamara sus croquetas de cangrejo, pasado estos le deje que insistiera libremente en ellas… ¡Y un niño hiperactivo e impaciente por algo llega a ser muy insistente! Aún así tuvo que pasar más de media hora para que en la primera remesa de croquetas le sirvieran un plato… que evidentemente no eran de cangrejo sino de bechamel congelada… como congelada estaba la carne que había devuelto a la cocina para que me hicieran más… yo que me gusta como dicen los franceses «saignant»; pero, como le dije a la camarera en respuesta a su «supongo que la querrá mas hecha ¿no?» que me dijo al entregarle el plato (que no era el primero ni fue el último) «No es que este poco hecha… es que si le ponéis palo la podéis servir como polo.»

Mi hijo acabó a toda prisa sus croquetas… pues lo estaban llamando para salir a presentadores infantiles. Como cualquier expositor sabe salir a ring, en el ring central, requiere su buen cuarto de hora, o más. Nada más salió del comedor mi hijo pedí el postre y el café con leche. Sin consultar (había más de dos opciones de postre) me trajo una porción de tarta de manzana y otra de tarta de chocolate, cuando yo había pedido dos de chocolate, ya que, dijo, no quedaba. Poco después ponían tres trozos de tarta de chocolate en la mesa de al lado… ¡Sin haber llegado a servir la ensalada de la chica que era la cuarta comensal! Acabé mi tarta de manzana, que había empezado antes de ver como servían la de al lado y espere mi café, que llegó justo a la vez que mi hijo.

Cuando acabe mi café y mi hijo su tarta creía que ya habían terminado los desafueros… pero ¡no! Aún faltaba el último desaguisado: Cuando al salir y pagar le doy la hoja con las consumiciones. Y el tiquet de canina. Lo toma lo pone en el montón y se pone a hablar con un compañero de los servicios de mantenimiento. Tras más de un minuto de chachara personal teclea las consumiciones y me exige el precio de los dos menús a lo que le recuerdo el tiquet que le he dado.

Inicia una protesta en sentido contrario… pero sea por la tarjeta de Comisario de Ring, que aún llevó puesta, o por la cara de «saqueme la hoja de reclamaciones» que se me puso y que iba a empezar a pedir decidió recordar que efectivamente le había dado el vale.

Lo dicho: un ejemplo más de los problemas que conlleva la unión de servicio y monopolio, aunque este sea por concesión.

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