Cuidar las herramientas

Muchos piensan que cuidar las herramientas consiste en tenerlas en un lugar seco y aislado de la humedad, limpiarlas cuando uno acaba de usarlas y guardarlas en su caja, siempre que se dispone de ellas.

La verdad es que normalmente las herramientas, incluso las enfocadas al bricolaje y por ello, digamos, de bajo coste, normalmente las menos potentes de la gama y por ello las más baratas, suelen funcionar bien en trabajos no demasiado duros. Pero cuando nos enfrentamos a una tarea difícil, por la resistencia de los materiales contra las que lo vamos a realizar, contra los que van a tener que enfrentarse las herramientas, estas pueden correr peligro.

Una lijadora mouse, por ejemplo, puede ser práctica para retirar una pintura vieja de una silla, en especial si tiene recovecos, pero si hablamos de reducir una madera dura, por ejemplo, es muy posible que no podamos hacerlo de una y que tengamos que parar cuando percibamos que la lijadora se calienta demasiado.

Este ejemplo, que quizás no sea el más común, es bastante descriptivo. También lo es el más común (y quizás con él si os hayáis enfrentado más de una vez) de un taladro enfrentado a un muro de hormigón o el mármol. Si por necesidad de hacer uno o varios agujeros, o por el uso de una broca inadecuada (una normal de obra, frente a una específica para el material) el taladro puede calentarse demasiado, e incluso quemar el motor. Por ello el cuidado de nuestras herramientas empieza antes de finalizar su uso y empezar la limpieza: empieza llevando cuidado con su uso.

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