El siguiente paso es limpiar bien la pared con alcohol. Vale cualquiera (de curar heridas o de limpieza, pero es más barato este último) siempre que no tenga azucares, es decir descartamos usar la botella de «whisky de garrafón» que nos regaló ese tío que no nos traga, y la mejor forma es pasándole un trapo empapado en el alcohol.
Dejamos que se seque y ponemos la cesta sobre la pared. Podemos hacerlo más o menos a ojo, según nuestro tino o la corrección de los azulejos, o usar un nivel, que puesto sobre la cesta nos asegure que está correctamente en horizontal. En todo caso debemos evitar las juntas y pegar el soporte en una parte donde ambos queden únicamente sobre azulejo.
Esperamos unos segundos y con cuidado de no desplazarla soltamos las roscas que sujetan los enganches y la retiramos.
También con cuidado retiramos los protectores metálicos del soporte.
Los adhesivos han hecho su función aportando una sujeción provisional que nos ha evitado engorrosas y arriesgadas (y generalmente erróneas) medidas. Pero ellos no van a sujetar la cesta. Ha llegado el momento de la fijación definitiva.
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