Cultura o negocio

Estaba yo el otro día navegando por uno de los foros de política que visito habitualmente, dentro del chat (aunque lo hacia de incógnito, es decir con un nick distinto, ya que no quería intervenir) cuando un conocido del mundo editorial empezó a protestar por las reducciones de la subvenciones, el aumento de impuestos de sus materiales y el hecho de que le habían fastidiado una colección de música (sí también sacan colecciones con CD’s y DVD’s, pues su editorial es de las grandes) con la subida del IVA al 21%.

Naturalmente su excusa era que se trataba de cultura “y por tanto debía ser accesible a la gente”.

Y naturalmente en ese momento varios de los principales activistas del foro (mucho de ellos conocidos o amigos, también), contrarios a la ley Sinde, por supuesto, empezaron a atacarle pues precisamente ese argumento, el de la accesibilidad, es el que ellos utilizaban para defender las descargas y la compartición de archivos, motivo por el cual él (y otros de las grandes editoriales y productoras) los criticaban.

Evidentemente, cuando a eso le dio la vuelta reconociendo que se trataba de un negocio y que sin beneficios cerrarían la cuestión fue obvia: ¿si es un negocio, por qué debes beneficiarte de nuestros impuestos en forma de subvenciones, cánones y excepciones fiscales? ¿Por qué tú y no otros?

Por supuesto la cuestión quedó en punto muerto, hasta que acabó reconociendo que el autor cobraba lo mismo por un libro vendido en papel que por uno en formato electrónico pero que la editorial tenia más margen con este último porque les conviene menos. Aquí la discusión varió hasta que se defendió diciendo “porque es un producto que hace bajar las ventas de todos(*) pero si no lo tiene lo montan pirata.”

Evidentemente la cuestión no tardó en salir “si esa es la justificación ¿por qué el autor cobra lo mismo por ambos?” y encadenada “¿Qué valor añadido tiene la editorial, aparte de manipular el mercado, en estos tiempos de Internet?” o dicho de otro modo: Si es negocio que compitan como cualquier otro negocio (sin prebendas ni subvenciones especificas) y si es cultura y debe ser accesible que lo sea realmente y que se arbitren los medios para que el autor pueda llegar a su público.

Me hubiera gustado leer una buena argumentación en lugar de una despedida con “la autoedición es bazofia.”, tras lo cual se desconectó. Cinco minutos después, ante el engrosamiento de los comentarios, en especial a los ausentes el administrador nos indicaba que cerraba el chat y que en esta ocasión procedía a borrarlo.

Personalmente no me gustó como se fue, atacando tan en general a un colectivo que ciertamente está lleno de obras con unos pésimos conocimientos de lenguaje y unos pésimos niveles de redacción, pero que también tiene muy buenas y correctas obras que no han sabido llegar a la editorial adecuada o que han sido rechazadas por las editoriales, entre otras cosas por no ser políticamente correctas e impedirles acceder a las subvenciones que habitualmente se dan con total discrecionalidad por parte del poder. Sin embargo, tampoco me gusto que, en lugar de seguir el debate, el chat se convirtiera, a partir de ese momento, en un juego del tiro al ausente, a ver quien decía el insulto más gordo contra él.

Lo cierto es que, y esa fue una de las pocas cosas que se dijeron sensatas tras la desconexión de él, que el mundo cultural vive actualmente una guerra, entre aquellos que aceptan la nueva realidad y que se muestran dispuestos a competir en un mundo más abierto y aquellos que quieren mantener un régimen de semi-monopolio cultural nacido del fascismo y las tiranías del pasado siglo y que tan importantes beneficios les ha reportado en las postrimeras del mismo y los inicios de este. Y esa es verdaderamente la cuestión en el cine, la música y, por supuesto, la literatura: si se trata de cultura o de un gran negocio.